La orden fue clara: antes del 15 de diciembre de 2009 deben estar aprobadas las leyes que impulsen la revolución de Hugo Chávez.
En caso de que los diputados se tarden mucho, se le dará poder de legislar al jefe de Estado para que, como un pintor a su obra, modele el país de acuerdo con sus necesidades e intereses, aumente su poder, autoritarismo y por ende, su permanencia al mando.
Desde su llegada, Chávez se ha encargado de reescribir la historia del país y de manejar los poderes públicos a su antojo. No es de extrañar su solicitud, en especial cuando su popularidad está en descenso y su proyecto político pierde credibilidad.
Debe atornillar las tuercas de su propuesta para garantizar que la revolución socialista se quede en Venezuela. Se aniquila la democracia.
Sin embargo, mientras los parlamentarios complacen sus peticiones, al igual que los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía, la Contraloría, y el resto de las instituciones del Estado, los venezolanos padecen la falta de seguridad, de justicia y el alto costo de la vida.
Le han dado a Chávez todas las facilidades para que continúe burlándose de ellos. Ya pasó el 2 de diciembre de 2007 con la reforma de la Constitución, cuando los venezolanos rechazaron su propuesta y se insiste en aprobarla por otras vías. Lo triste es que, aunque la gente se queje no hay verdaderas acciones que le hagan frente. Al contrario, se acostumbran y se amoldan a las nuevas circunstancias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario