Sin teléfono, algunos departamentos sin luz, aguas negras que se desbordan en el área de emergencia, cables de alta tensión a la vista sin ninguna protección y con el hampa en los pasillos, se encuentra el hospital José Manuel de los Ríos.
El tomógrafo y el resonador que el presidente Hugo Chávez inauguró a principios de 2008 durante un Aló, Presidente nunca se ha prendido, porque se compró con una pieza dañada.
Esta denuncia la hicieron médicos y enfermeros hace un año, durante un trabajo de investigación que hice por más de un mes, y la situación no ha mejorado.
En esa ocasión, ví como en los ascensores donde se trasladaba a los enfermos y la comida, se bajaba la basura, y cómo en los pasillos se roba ante las miradas de todos que, con impotencia no hacen más que gritar una ayuda que no llega.
Además niños transferidos de otros hospitales porque no había cama o porque no había la medicación adecuada, para ser rechazados por los mismos motivos.
El área de emergencia cuenta con sólo 40 camillas, por lo que esos pequeños son ruleteados por la ciudad.
Somos de carne y hueso
Cuando la salud está en riesgo cada minuto cuenta. Estar en el papel de un padre ante una situación como esta no es fácil. Muchos se desesperan y amenazan incluso con armas a los médicos. Otros deciden brindarle una sonrisa a sus hijos y mostrarles que todo está bien, mientras los ven irse poco a poco.
Los periodistas tienen las puertas cerradas allá. Tuve que madrugar y hacerme pasar por una mamá que pide cita para recorrer el hospital, conversar con la gente y recabar testimonios. Todo con la ayuda de una pediatra que acudió a mí para pedir ayuda.
Hice amistad con un grupo de madres cuyos hijos tenían leucemia. Hago la referencia en pasado porque la mayoría murió.
Era sorprendente verlas narrando historias fabuladas, haciendo maromas para que comieran y cómo habían paralizado sus vidas para dedicarse tiempo completo a ellos.
La mayoría tenía más de tres niños y había tenido que dejar a algún pariente la responsabilidad de los otros para atender al enfermo. Sólo sabían de ellos por teléfono. Una de ellas tenía una bebé de seis meses, de la que se enteraba de sus hazañas por los cuentos de una tía.
De ese grupo casi todas vivían en el hospital. Había dos o tres que venían del interior y contaban cómo se las ingeniaba para pagar el alquiler de una habitación a la que casi no iban, la comida y los medicamentos.
Ellas se organizaban para recrear a los niños mientras hacían cola para la quimioterapia, porque en el hospital no había televisores y los juguetes que había estaban muy deteriorados. Se les aplicaba el tratamiento químico sólo cuando el aire acondicionado funcionaba, y del que se había reportado la falla desde hacía un año. De lo contrario, eran remitidas al hospital Domingo Luciani, y eso era un gasto adicional. El mes que estuve allí lo ví operar dos veces.
La mirada de esas mujeres era profunda. Reflejaban cansancio, tristeza y se les notaba el llanto reprimido de semanas, pero no dejaban de sonreir.
Entre ellas se contaban, daban la bienvenida a las nuevas y cuando veían el asiento de un niño vacío, ya sabían el destino. Sólo bajaban la cabeza y se aferraban a un rosario. No hacían falta palabras.
Describían como habían pedido ayuda a la directora del centro de salud, a los alcaldes de Caracas y al Presidente. La respuesta era siempre la misma: "Vengan mañana". También cómo peleaban con enfermeros, obreros y médicos por la comida, la falta de insumos y la situación del hospital.
Pese al momento amargo que estaban pasando no perdían la esperanza de ser escuchadas, vistas y atendidas. Bárbara fue atropellada en la avenida Vollmer porque no le permitió al vehículo continuar el paso. Ese día se agruparon las madres con los médicos y cerraron la calle para protestar y pedir ayuda a las autoridades de los problemas que padecían.
Hoy hace un año y dos meses de este trabajo. Todavía se protesta por las mismas causas, por problemas de pago de los trabajadores y se escuchan las mismas promesas.
La semana pasada José Luis Odremán, director de Salud del Distrito Capital, se enteró que la terapia intensiva del hospital tiene tres meses cerrada, que hay un déficit de personal que llega a 30% entre los residentes y a 50% entre los adjuntos del área quirúrgica, que de 7 quirófanos sólo hay 2 operativos, y en este momento 1 sólo porque hay anestesiólogos de vacaciones.
El grupo de madres que conocí retomó sus actividades habituales. Muchas perdieron el contacto y evitan pasar frente al edificio del hospital. Prefieren recordar a sus hijos como los angelitos que fueron, y borrar todo lo vivido en los pasillos del JM de los Ríos. Hoy son otras las que luchan por un día más para sus pequeños...
3 comentarios:
Amiga, te lo vuelvo a decir, muy buen trabajo..... Revisa este link, creo que vale la pena..
http://www.ipys.org.ve/novedades.htm
Extraño trabajos así en el periódico...
Si hacen falta..... Vamos a ver... Gracias
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